Estados Latinos, Naciones Americanas

 

American Nations, Latin States

 

 

 

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Jorge Nelson Ahumada

jahumada06@gmail.com

Universidad Nacional de Villa María

Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

 

 

RAIGAL. Revista Interdisciplinaria de Ciencias Sociales

Nº 1, octubre 2015 - marzo 2016 (Sección Artículos, pp. 91-103)

e-ISSN 2469-1216

Villa María: IAPCS, UNVM

http://raigal.unvm.edu.ar

Recibido: 11/09/2015 - Aprobado: 30/09/2015


 

 

 

Resumen

La nación como artefacto de la modernidad asume particularidades en América, la colonización y los genocidios de los pueblos originarios aún pesan como un eterno retorno, sin embargo el capitalismo con su fuerza arrolladora destruyó pueblos, lenguas, tradiciones y paisajes. Latinoamérica tiene el desafío de unirse más allá de las necesidades del capital, y más allá de dos idiomas, español y portugués, lo cual tiene plena actualidad con los bloques UNASUR, y ALBA. Se postula el etnocentrismo como condición de toda humanidad posible y como programa un racismo sin razas, el mestizaje latinoamericano es el potencial de unidad y la fortaleza de la emancipación como proyecto. Nuestros intelectuales que construyeron una literatura única y superlativa son un faro en el desarrollo de un nacionalismo latinoamericano sin razas, la antropología en su debate fructífero con el psicoanálisis, puede ser una brújula del pensar nuestra América.

 

Palabras clave: Latinoamérica; nación; racismo; mestizaje; emancipación

 

 

Abstract

The nation, as artifact of modernity, assumes particularities in America such as the colonization and genocide of original peoples which still weighs as a never ending comeback. Nevertheless, capital, with its overwhelming force, destroyed peoples, cultures, traditions and landscapes. Latin America faces the challenge of uniting beyond the necessities of capital, and beyond two languages, spanish and portuguese. All of which has full validity at present with the blocks UNASUR and ALBA. Ethnocentricity is postulated as the exclusive condition of all possible humanity and, as programme, racism without races; Latin American miscegenation, as the potential for unity and the strength of emancipation as a project. Our intellectuals, who constructed a unique and superlative literature, are the lighthouses in the development of a nationalism without races. Anthropology in debate with psychoanalysis can become a compass in rethinking our America.

 

Keywords: Latin America; nation; racism; miscegenation; emancipation

 

 

 

Estados Latinos y Naciones Americanas

 

 

 

 

No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los   pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la Naturaleza, donde resalta en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas. Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercanía de otros pueblos diversos, caracteres    peculiares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y adquisición de vanidad y de avaricia, que del estado latente de preocupaciones nacionales pudieran, en un período de desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del país, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte declara perecederas e inferiores.

José Martí (2005:38)

 

La interrogación sobre la nación puede ser anacrónica o gastada, sin embargo la interrogación sobre la nación latinoamericana resurge. Si los estados nación han tenido dificultades para su constitución en todos nuestros países americanos, cuanto más tendrá la construcción de la nación latinoamericana con un estado supranacional. Sin embargo la existencia de los bloques regionales Mercosur, Alba e incluso el Alca evidencian un camino del capital y todo lo necesario para su recorrido: construir nuevos mercados y nuevas formas de fronteras, dar una forma adecuada a los consumidores, homogeneizar las formas estatales de dominación, realizar el cambio tecnológico necesario, regular toda institucionalidad posible, en fin, construir un sujeto apropiado para el capitalismo del siglo XXI con detalles, colores y tonos apropiados para nuestra cultura. Por cierto aquí se cuela una pregunta incorrecta, ¿el capitalismo construye naciones?

 Los pares dicotómicos Estado Nación y Pueblo Nación suponen diferencias irreconciliables donde el estado representa lo impuesto y el pueblo lo verdadero, sin embargo innumerables hechos históricos prueban lo contrario. Estado, Pueblo y Nación pueden constituirse en unidad terrorífica. La Soah, el genocidio Armenio, el exterminio entre Hutus y Tutsis, matanzas en la ex Yugoeslavia, la eliminación de comunidades originarias americanas y formas groseras de unidad entre raza, nación, pueblo y estado como el Apartheid Sudafricano, la segregación a las comunidades palestinas bajo administración israelí, o como fuerza de trabajo barata en otros países árabes. En última instancia el racismo construye unidad, ya sea por purificación racial, étnica, religiosa; o por segregación espacial que da forma a la vida en las ciudades.

Si el racismo es la condición de existencia de todo grupo humano, si el otro es la condición necesaria de identidad, podríamos postular un racismo sin razas o discutir las formas de racismo posibles: con exterminio o convivencia, con segregación espacial o convivencia territorial, con diferenciaciones simbólicas o materiales, diferenciación sostenida en la ley e institucionalidad estatal o en la tradición; etc. En nuestro país Bolivianos, Peruanos, Chilenos, Paraguayos, están lejos de ser nuestros hermanos latinoamericanos, aún después de varias generaciones, y cada tanto alguna figura pública lo expresa, el Estado representa nuestros oscuros y secretos deseos de limpieza étnica, con alguna acción irreprochable de asimilación o exclusión mediante inscripción documental o persecución por radicación excesiva.

Las Naciones Unidas en 1948 sancionan el delito de genocidio y dicen: se entiende por genocidio a cualquier acto perpetrado con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional étnico, racial o religioso como tal. También dice: reconociendo que en todos los momentos de la historia el genocidio ha infligido grandes pérdidas a la humanidad, tiene, además, un carácter masivo, por lo que con frecuencia necesita de la colaboración efectiva de una estructura social (Naciones Unidas, 1946).

 La palabra genocidio fue desarrollada por Rafael Lemkin en 1945 quien retoma una idea de Hitler que dijo “los instintos naturales ordenan a todos los seres vivos no solo vencer a sus enemigos, sino también destruirlos, en el pasado la prerrogativa del vencedor era la de destruir tribus enteras, pueblos enteros”, Lemkin acuerda con Hitler sobre el hecho de la exterminación de pueblos enteros como de antigua data , lo que es nuevo es la forma como lo hemos llegado a concebir, es tan nuevo que no hay un nombre para definirlo y dice Lemkin.

…es por esta razón que me tomé la libertad de inventar la palabra genocidio, el término proviene de la palabra griega genes que significa tribu o raza y del latín cide que significa matanza, el genocidio debe ocupar su lugar en el diccionario del futuro al lado de otras palabras trágicas como homicidio o infanticidio (Lemkin, 1947: 147)

 

Volviendo a la frase de Hitler sobre destrucción del enemigo, resuena en nosotros un sentido similar en el decreto “constitucional” firmado por Luder donde se ordenaba aniquilar la subversión (Feierstein, 2007:96). En esa oscura época la Dictadura en nuestro país se dedico al goce con la muerte, pero no fue nuestro primer genocidio. En la tristemente célebre Campaña del Desierto que encabezo el General Roca se produjo el genocidio de Mapuches, Tehuelches y Araucanos. También nuestros hermanos Uruguayos tuvieron su genocidio contra los Charrúas, y hasta el presidente Fructuoso Rivera firmó en 1831 la orden de extinción de los indios[1] (Vidart, 1996). ¿Qué nación puede proclamarse libre de algún genocidio en su historia? , ¿No son justamente los genocidios la marca de nacimiento de las Naciones? En vastos territorios de América esa gran Nación Europea, España, exterminó a los nativos, su cultura, sus lenguas y superando los cuerpos avanzó hasta sus edificios, piedra por piedra, para hacer catedrales como en México.

La Modernidad en Europa también vino acompañada de nuevas formas de exterminio, los jóvenes turcos como se llamó al gobierno del Imperio Otomano que desde 1915 hasta 1927 exterminó más de un millón y medio de Armenios y 360 mil griegos en la región de Anatolia, inaugura métodos sistemáticos de muerte que llegan a su clímax con los 6 millones de judíos muertos durante la Segunda Guerra Mundial, pero que se continúa con grandes matanzas como el genocidio Camboyano donde entre 1975 y 1979 se eliminan dos millones de personas, sea por ejecución, hambre o enfermedades. El genocidio de Ruanda donde en 1994 entre las etnias Hutus y Tutsis produjeron un millón de muertos, inaugurando un método complementario de la limpieza étnica con violaciones sistemáticas (se estima que en Ruanda nacieron 5 mil niños como resultados de esas violaciones y todos fueron asesinados como forma de resistencia al dominio étnico).

También el Siglo XX nos mostró que hubo países que pertenecían al bloque socialista y podían mostrar tal vez el rostro más humano del Socialismo Realmente existente, como la Republica de Yugoslavia. Sin embargo, luego de su fragmentación Serbia impulsó un genocidio hacia Bosnia con 250 mil víctimas y allí la limpieza étnica mediante las violaciones, fue una tarea burocráticamente planificada. Se llegó al extremo de eliminar 8 mil bosnios en la ciudad de Srebrenica y su enterramiento en fosas comunes. Estas matanzas fueron realizadas entre 1992 y 1995. Todos estos genocidios fueron realizados desde el Estado pero casi no hay culpables, los condenados por Cortes Nacionales o Internacionales son tan insignificantes que ni siquiera representan las elites de genocidas. Un genocidio es la forma suprema de opresión, pero tanto estas como todas las formas de opresión encuentran que cada vez producen menos resistencia. Como dice Grüner:

…..aun no tenemos explicaciones satisfactorias de cuáles son los nuevos procesos y fenómenos ya sea socio económicos, políticos, ideológicos, culturales o psíquicos que están causando este gigantesco retroceso en la voluntad de resistencia y que incluso producen una suerte de complacencia masoquista con la opresión , una asunción acrítica, amorosa, del discurso de los amos : ciertamente esas explicaciones necesarias no la dan las teorías políticas dominantes y más bien al contrario parecería que trabajan afanosamente para escamotear las preguntas que demandan esa explicación (Grüner, 2002: 286)

 

Entre el Estado y nosotros hay un vinculo indisociable, si el Estado realiza matanzas, en algo siempre nos toca, ya sea como ciudadanos que legitiman o como víctimas.

En el año 2005 Oscar del Barco envío una carta a la revista cordobesa La Intemperie donde reflexionaba sobre una entrevista que la revista Lucha Armada le realizo a Héctor Jouve en el mismo año sobre su experiencia en el “ejército guerrillero del pueblo”. Jouve comento el asesinato de dos militantes y Oscar del Barco produce un breve y provocador ensayo donde recupera el principio del no matar. Estas cuatro páginas generaron un incansable debate de nuestra izquierda argentina que ha sido compilado en un libro de 450 páginas (Del Barco, 2007). Es probable que desde la apertura democrática sea uno de los debates más interesantes, pero más allá de esta insólita vitalidad de nuestra izquierda, nos interesa preguntarnos sobre la causa de esa fenomenal provocación que hizo Oscar del Barco. Su actualización de la prohibición de matar, pues nadie amerita la muerte, es justamente una certera y profunda interpretación de nuestros más oscuros y recónditos deseos, a su vez un revulsivo recordatorio que todo proyecto de humanidad se hace sobre la vida. El estado contemporáneo ha naturalizado su violencia que solo en grado extremo es la muerte pero que como ya vimos aun en su forma de genocidio puede ser ampliamente apoyado. ¡Cuanto más fácil es lograr apoyo para todas las formas menores de violencia si en el seno de una familia se permite la existencia de padres golpeadores! ¡Cuanto más permite la existencia de madres devastadoras, humillantes, descalificadoras!, con todo el amor que expresa una blasfemia.

 

II

Un bello programa realizado por Canal Encuentro, conducido por Lalo Mir y titulado encuentro en el estudio, trata de entrevistas a músicos consagrados que además interpretan parte de su obra. Una de las emisiones consistió en traer algunos de los músicos que forjaron el grupo cubano Buena Vista Social Club, con su disco debut de 1996 y luego inmortalizado en el documental de Win Wenders de 1999. Uno de los entrevistados en el programa comentó que el Club en realidad existió antes de la Revolución Cubana y era para mestizos, aquellos que no los dejaban entrar en clubes de blancos y de negros. Es importante destacar que la figura del mestizo se da por el no ser, no es uno u otro color, es impuro.

En esta línea de pensamiento Wallerstein recupera un trozo de la historia del Apartheid:

En junio de 1984, Alex La Guma, miembro del ANC y mestizo desde el punto de vista oficial, remitió una carta al director de Sechaba, órgano oficial del ANC (Congreso Nacional Africano) en la que planteaba la siguiente cuestión: He advertido que ahora en los discursos, artículos, entrevistas, etc. de Sechaba se me llama “supuesto mestizo”. ¿Cuándo decidió el Congreso llamarme así?...

Camarada director, estoy desconcertado. Necesito una aclaración. Tengo la sensación de ser un “supuesto humano”, un humanoide, una de esas cosas que tienen todas las características de los seres humanos pero que en realidad son artificiales. A otros pueblos minoritarios no se les califica de “supuestos”. ¿Por qué a mí? En el número de Sechaba de agosto de 1984 apareció una carta firmada por P.G., de cuyo contenido parece inferirse que P.G. es un mestizo según la clasificación oficial. A diferencia de Alex La Guma, el firmante rechaza inequívocamente el término mestizo afirmando que sería igualmente erróneo aceptar el término “mestizo”. Y digo esto a la vista, sobre todo, del rechazo casi general que hoy suscita el término “mestizo”. Gente del Congreso, del UDF, de grupos cívicos, grupos eclesiásticos y sindicatos, líderes queridos por la gente hablan de los “supuestos mestizos” sin que ni ellos ni la gente a la que hablan se sientan humanoides. De hecho, se dice que el empleo del término “mestizo” hace que la gente se sienta artificial. El término mestizo proclama una ausencia de identidad. (Wallerstein, 1991: 114)[2]

 

Lo mestizo es un espacio simbólico ambiguo, confuso, incluso aparenta una debilidad del etnocentrismo como misión, justamente por ello lo mestizo está más cerca del otro que de nosotros, vale citar como ejemplo el régimen nazi que estudiaba el porcentaje de genética judía en las personas, también la mezcla puede ser sospechosa. El mestizaje es sólo un momento histórico de confusión en el inevitable etnocentrismo de los humanos, los mestizos algún día seremos puros. Imaginemos que los latinoamericanos alguna vez podamos ser uno, unidos por el origen, la vecindad, el idioma, el enemigo común, la producción, el consumo, las estrategias del capital. Un nuevo escalón etnocéntrico.

El antropólogo Viveiros de Castro en un bello pasaje de su obra más conocida nos comenta que en la primera etapa de la dominación europea en América

para los españoles la dimensión marcada era la del alma; para los indios era el cuerpo. Los europeos nunca dudaron que los indios tuvieran cuerpos (también los animales los tienen); los indios nunca dudaron que los europeos tuvieran almas (también los animales y los espectros de los muertos las tienen): el etnocentrismo de los europeos consistía en dudar de que los cuerpos de los otros contuvieran un alma formalmente similar a las que habitaban sus propios cuerpos; el etnocentrismo indio, por el contrario, consistía en dudar de que otras almas o espíritus pudieran estar dotadas de un cuerpo materialmente similar a los cuerpos indígenas (Viveiros De Castro, 2010:29)

 

El extrañamiento con el otro, la otredad, la alteridad tal vez sean inevitables, como dijera Sartre “todos somos judíos para alguien” y en esta visión la condición de nuestro mestizaje es justamente una idea universal de humanidad donde hay racismo sin razas, un etnocentrismo que une sumando, que se construye sin exclusión y sin violencia.

¿Nuestra Argentinidad no es acaso un exceso de imaginación? Su construcción tuvo etapas violentas, pero su reproducción actual es relativamente sencilla, nuestro mestizaje excluyó a los aborígenes luego de su cuasi exterminio, pero incluyó a negros y a todos los inmigrantes, tanto de países lejanos como de nuestros vecinos. ¿Acaso Yugoeslavia no fue un pueblo mestizo hasta su disolución y posteriores matanzas? Toda la negritud fue mestiza hasta que las matanzas entre Hutus y Tutsis demostraron que toda búsqueda de pureza es homicida.

Es de interés comentar que cuando Ruanda formaba parte del Congo y esta era una colonia de Bélgica, los colonialistas debieron crear una fuerza de ocupación y una administración pública, pero había una manifiesta enemistad entre las etnias Hutus y Tutsis que dificultaba la incorporación de ambos. Se decidió incorporar a los Tutsis porque sus labios eran más delgados y sus narices mas afinadas. Si sus rostros eran más europeos eran más bellos y por lo tanto más inteligentes. Este factor racial generó que la distribución económica recayera en forma abusiva sobre los Tutsis e hizo que en la rebelión de los Hutus la limpieza étnica apareciera como solución. Estas matanzas han continuado en el Zaire donde entre 1998 y 2004 han muerto 4 millones de personas, en su gran mayoría por matanzas y las mismas no cesan hasta la actualidad pues a las luchas entre Hutus y Tutsis se agregó la etnia Bantú. (Bankier, 2002)

Nos anima la provocación que significa aceptar un etnocentrismo social, un racismo sin razas, unidad de destino e identidades simbólicas. Creemos en todo proyecto político que nos aproxime sin tabulaciones ni medidas biológicas, y también en aquellas luchas que nos alejen de toda forma de eugenesia. Marisa Miranda sitúa con claridad esta ideología científica

El inglés Francis Galton, primo de Charles Darwin, fue el responsable de otorgarle un marco científico a la Eugenesia, también institucionalizó como ciencia un conjunto de ideas de tan larga duración como el racismo, y al hacerlo gestó en 1883 una precisa definición: eugenesia, de eu genes­— de buen origen— es la ciencia del cultivo de la raza, aplicable al hombre, a las bestias y a las plantas a partir del “estudio de los agentes bajo control social que pueden mejorar o empobrecer las cualidades raciales de las futuras generaciones, ya fuere física o mentalmente” (Miranda, 2005: 146).

Las políticas eugenésicas abarcan desde la sexualidad humana con su disciplinamiento reproductivo hasta la planificación de la segregación territorial. En Argentina como en gran parte del mundo, el Estado actual profundiza la responsabilidad individual, virtualiza el contacto entre los pobres y la burocracia. Así, los programas informatizados y bancarizados logran naturalizar la segregación: internet, el celular y el cajero van remplazando el contacto de los pobres con el empleado público. Otra modalidad que crece es que el derecho de libre circulación es sólo diurno, de noche funcionan los códigos de faltas, o similares permisos de represión, y la nueva cultura eugenésica de la vigilancia. Se generaliza una verdadera tradición de segregación territorial de los pobres. En la cercana y lejana época del Proceso Cívico-Militar, el brigadier Cacciatore, intendente porteño entre 1976 y 1982, fue interrogado por los periodistas sobre el traslado de las villas y las dificultades que tendrían los cartoneros para trabajar en los lugares de destino, respondió escuetamente “sí, es cierto, pero…..hay que merecer la ciudad” (Oszlak, 1991:31)

 

III

Pueblo para una nación, masa para un estado, raza para una patria, etnia para un país u cualquier otra opción posible…

 

Es importante poner en tono grotesco algunos principios de toda nación, raza, etnia, pueblo, estado, país y patria. Son sólo formas de aparentar diferencias, la diferencia es tan necesaria como la necesidad de conjurar el miedo a la otredad, la disolución de lo propio. En su magnífica obra El Doble Fedor Dostoievski despliega este fundamento antropológico de toda humanidad posible. Es la historia de Goliadkin, un funcionario oscuro, mediocre y ambicioso que desea ascender en su cargo siguiendo diferentes caminos. Por un lado, mantener la impostura en sus formas y en su comportamiento con la finalidad de ir superando a sus competidores laborales: y por otro, teniendo estudiado a esos competidores y, por lo tanto, adelantándose a lo que ellos piensan hacer. Pero inesperadamente surge un escollo en el camino de Goliadkin: un personaje idéntico a él, que el lector no llega a discernir si es un producto de la agobiada mente del protagonista (una historia psicológica), si es un doble real (o sea, una historia fantástica), o si es todo una representación, una alegoría de lo que se estaba viviendo en Rusia en esos años (una alegoría o crítica social). Ese doble actúa como Goliadkin jamás lo hubiera hecho, es idéntico a él en lo físico, pero totalmente opuesto en su accionar. (Dostoievski, 2013)

 

El doble va ocupando la vida de Goliadkin, en este sentido no importa si la locura causa el doble o el doble la locura, sino ese vínculo entre un desdoblamiento y la disolución del yo, del sí mismo, el borramiento de uno. Toda alteridad posible es un potencial de disolverme en otro y toda otredad posible es absorber a otro, son las dos caras de una misma moneda. El otro no es diferente por la piel, el habla, la vestimenta, sus hábitos o creencias, es siempre peligrosamente parecido a mí, necesito esas pequeñas diferencias para conjurar el riesgo de desdoblarme, disolverme.[3] La rivalidad, los celos, la envidia, la competencia, y tantas descripciones de nuestra afectividad expresan el desdoblamiento de ser en otro y todos sus peligros. En esta visión, el racismo eurocéntrico que emulamos es desear lo que el otro tiene, del judío/a inteligencia, del negro/a potencia sexual, del oriental contracción al trabajo, aunque puede ser peor; de los trabajadores de países limítrofes odiamos su alegría a pesar de la súper explotación a la cual son sometidos, tanto odiamos esa dignidad maldita como tanto necesitamos ocultarlo bajo el mito de considerarlos ladrones de nuestros puestos de trabajo.

 

IV

La literatura mundial tiene verdaderos estudios de ficción sobre lo nacional, pero más aún los escritores y críticos han realizado valiosos aportes sobre lo nacional. En el famoso debate entre Julio Cortázar y José María Arguedas están implícitas las dos posiciones que más nos interesa resaltar. En 1967 Cortázar fue invitado a colaborar con la revista Cubana Casa de las Américas. Debía escribir un ensayo en torno a la situación de los intelectuales latinoamericanos por aquellos tiempos. El argentino cumplió sin demorarse pero entregando un trabajo epistolar. La carta abierta, fechada el 10 de mayo de 1967 y dirigida al poeta cubano Roberto Fernández Retamar, le permitió a Cortázar dar cuenta del carácter voluntario de su exilio en París, donde por entonces ya había vivido más de 15 años, y destacar cuáles eran para él las raíces de lo latinoamericano, la definición de lo autóctono, la cultura regional y la visión supranacional.

Mabel Moraña recupera este debate y en uno de sus mejores párrafos Cortázar dice:

El telurismo… me es profundamente ajeno por estrecho, parroquial y hasta diría aldeano; puedo comprenderlo y admirarlo en quienes no alcanzan, por razones múltiples, una visión totalizadora de la cultura y de la historia, y concentran todo su talento en una labor de zona, pero me parece un preámbulo a los peores avances del nacionalismo negativo cuando se convierte en el credo de escritores que, casi siempre por falencias culturales se obstinan en exaltar los valores del terruño contra los valores a secas, el país contra el mundo, la raza (porque en esto se acaba) contra las demás razas. Este proceso puede derivar en una exaltación tal de lo propio que, por contragolpe lógico, la vía del desprecio se abra hacia todo lo demás. Entonces ya sabemos lo que pasa, lo que pasó hasta 1945, lo que puede volver a pasar. (Moraña, 2010:146)

 

El 13 de mayo en el Nº 6 de la revista Amaru de 1968 José María Arguedas decidió contragolpear:

Cortázar aparece decidido a aguijonear con su genialidad, con sus solemnes convicciones de que mejor se entiende la esencia de lo nacional desde las altas esferas de lo supranacional……No somos diferentes en lo que estaba pensando al hablar de “provincianos”. Todos somos provincianos, don Julio. Provincianos de las naciones y provincianos de lo supranacional que es, también, una esfera, un estrato bien cerrado, el del “valor en sí”, como usted con mucha felicidad señala.

 

Se ponía en discusión el regionalismo y el cosmopolitismo, para Cortázar el localismo provinciano producía miopía, para Arguedas el universalismo era inevitablemente eurocéntrico. Ambos discutían una forma de entender la nación, lo nacional como una esencia de toda comprensión posible de nuestros pueblos. Ambos, escritores de izquierda con un compromiso libertario, con la necesidad de posicionarse sobre la esencia de lo nacional; sin embargo ¿es justamente lo nacional aquello que permite entender nuestro origen, nuestra historia y pensar programas emancipatorios?

Por lo contrario lo nacional en tanto construcción estatal es siempre y necesariamente un instrumento de dominación, con apariencia de local. En esta perspectiva, la Antropología se posicionaba como una disciplina de estudio de los pueblos sin estado, en las últimas décadas ha tomado el estado actual como objeto de estudio y está realizando grandes aportes para su comprensión, Veena Das nos recuerda que Pierre Clastres reivindicaba hace cuarenta años que la racionalidad y las formas de vida propias de las sociedades no modernos (mal llamadas primitivas) podían ser entendidos de una mejor manera si se los consideraba como una expresión de un deseo colectivo de evitar la emergencia inminente del Estado (Das, 2008:20). Reconocidos Antropólogos hoy asumen que el Estado es una presencia inevitable que moldea el sentido y la forma que el poder toma en cualquier sociedad dada. Desde esta concepción de práctica antropológica, así como desde la temprana tradición marxista y de los escritos postcoloniales, todas las sociedades, las modernas y aún las premodernas contienen un Estado como operador cultural universal, pero en las premodernas el Estado se percibe como si estuviese, una figura fantasmagórica que espera en el umbral de la realidad (Clastres, 2010:174) [4]

Juan José Saer, una de nuestras grandes plumas, abordó el concepto de ficción poniendo en cuestión las diferencias entre verdad y ficción, lo inverificable de la ficción da un salto al infinito sobre las posibilidades de abordar cualquier tema, se pide al lector un poco de fe en el tratamiento que el autor da al tema, se espera que crea en la verdad de lo imaginario, si la ficción recurre a lo falso lo hace para aumentar su credibilidad; y en esta contradicción reside su secreto. Saer en un gesto audaz propone que la ficción es una forma de Antropología Especulativa. (Saer, 1997:16)

 Nuestro autor también aborda el tema de lo “latinoamericano” y pone en cuestión la especificidad de lo nacional acusándola de un intento de mantener el Statu quo ideológico, afirma que, entre los niveles que componen la realidad, el de la especificidad nacional es el primero que debe cuestionarse, porque es justamente al ser sostenido por razones políticas y morales, que aparenta ser indiscutible. Afirma que todo narrador debe crear su propia teoría creadora. Todo apriorismo ideológico del tipo “dado que soy latinoamericano y que los latinoamericanos somos así, mi trabajo consistirá en describirnos tal como somos” implica una actitud tautológica, porque si de antemano se sabe lo que son los latinoamericanos, describirlo es inútil y redundante…..todos los narradores viven en la misma patria: la espesa selva virgen de lo real (Saer, 1997:263)

 

V

Como un juego imaginario, postulamos que nuestros grandes pensadores americanos sobre el indigenismo y la negritud tienen un gran contenido de irracionalidad, esa es la clave de su originalidad, creatividad y profundidad, su alejamiento de la racionalidad occidental y dicho de otra manera, cargados de sentido no instrumental, de sentido estético y moral, el indigenismo es siempre otra forma de racismo, del cual no podemos escapar, pero es un racismo necesario. El otro, negro, indígena, y nosotros los mestizos somos un sujeto de destino posible, aunque no manifiesto como se han expresado las otras razas re-conocidas, el destino manifiesto era previo a la conquista, luego de lo cual y en forma irreparable ese destino fue destruido. Queda interrogarse si el único camino posible es a través de la cultura europea, una hibridación, sincretismo y mestizaje que tensione el capitalismo. Los idiomas español y portugués ya nunca retrocederán, y las lenguas ágrafas como el quechua, se debilitan y tienden a desaparecer así como la lengua diaguita.

La cultura en nuestra América ha sido estudiada en las últimas décadas por reconocidos intelectuales, muchos de ellos latinos en Universidades de EEUU como Walter Mignolo, un Cordobés radicado en La Universidad de Duke en Durham, Aníbal Quijano en Nueva York, Arturo Escobar en Carolina del Norte. Muchos otros desde universidades latinas como Edgardo Lander en Venezuela, Nelly Richard en Chile, Jesús Martín Barbero y Santiago Castro Gómez en Colombia, Néstor García Canclini y Enrique Dussel, Argentinos radicados en México. Autores que recrearon los Estudios Culturales, Subalternos, Poscoloniales, Decoloniales, Posoccidentales, gozan hoy de gran predicamento en América (incluido EEUU) y tienen un gran desarrollo en las investigaciones sobre nuestra identidad. Los consideramos de gran interés para toda investigación sobre Latinoamérica. Hay numerosas publicaciones e incluso un programa de trabajo donde participan muchos de estos intelectuales llamado Modernidad/Colonialidad.

También hay otra historia intelectual sobre los estudios de la cultura Latinoamericana que ha tenido un recorrido de gran valor, y que ha buscado diferenciarse de la corriente anterior, una orientación que va desde la crítica literaria y cultural hasta la reflexión antropológica sobre nuestra cultura; con figuras ya desaparecidas como el Peruano Antonio Cornejo Polar, el uruguayo Ángel Rama, el brasileño Darcy Ribeiro y en forma actual los Argentinos Saúl Sosnovich (radicado en EEUU), Josefina Ludmer, María Teresa Gramuglio, Liliana Weinberg (radicada en México), la uruguaya Mabel Moraña (radicada en EEUU) el brasileño Renato Ortiz. Muchos de estos autores reconocen en el peruano José Carlos Mariátegui un origen fértil e ineludible para reflexionar sobre nuestra cultura.[5]

En nuestra América los diferentes proyectos editoriales que han trascendido los límites de un país, conforman espacios comunes de cultura transfronteriza, que nos acercan y permiten reconocernos en nuestra humanidad común, apreciarnos en un imaginario semejante y valorarnos frente a enemigos poderosos, hay investigadores que están buscando y reconstruyendo esta historia, en Argentina aún no tenemos una tradición; pero hay promisorios avances que van desde Institutos como el CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina) que anima Horacio Tarcus y autores como Claudio Maiz, Fernanda Beigel, Saúl Sosnovich.

La unidad de lecturas hoy está de moda en los estudios, congresos, publicaciones que se autodenominan la recepción de la obra de…, las ciencias sociales en su conjunto y la filosofía están a la moda, van compitiendo con la historia de las ideas, la historia intelectual, que en toda Latinoamérica fueron y son tan prolíficas, en nuestro país figuras como Oscar Terán y Carlos Altamirano son representativas de la historia intelectual[6]. Si pudiéramos hacer una lectura clínica de estos estudios de recepción, no podríamos obviar su sentido etnográfico; aquello que hace muchas décadas el peruano Cornejo Polar y el uruguayo Angel Rama denominaran transculturación (Rama, 2004:63),[7] tal vez esta moda exprese nuestra necesidad de conocer cómo nos influencia el pensamiento extranjero, pero sin desconfianza sino con el afecto que toda admiración incluye; es una forma de aceptación del mestizaje intelectual. Aún esperamos que la moda se oriente hacia nuestros hermanos Americanos, si bien por ahora pareciera que está centrada en la recepción de autores europeos Franceses, Alemanes, Ingleses e Italianos es probable que el empuje de los estudios poscoloniales nos acerque a nuestra rica producción intelectual desde México hasta nuestro sur, que hagamos dialogar más a Foucault con Mariategui, a Bourdieu con Grüner, a Manuel Ugarte con Edward Thompson, a Perry Anderson con Mignolo, a Jameson con Bolívar Echeverría, a Giorgio Agamben con Dussel en fin, el desafío es inconmensurable.

 

VI

Desde que el 11 de Marzo de 1882, en la Sorbona, Ernst Renán diera su conferencia Qué es una nación hay una larga tradición intelectual de pensar la nación como una creencia en lo común, que traspasa las afinidades en lo étnico, lo religioso, la lengua, lo militar, y el suelo, el mismo Renán afirmaba que...

Una nación es un alma, un principio espiritual. Dos cosas que, en verdad, tan sólo hacen una, constituyen esta alma o principio espiritual. Una está en el           pasado, otra en el presente. Una es la posesión en común de un rico legado de recuerdos; otra es el consentimiento actual, el deseo de vivir juntos, la voluntad de seguir haciendo valer la herencia que se ha recibido indivisa (Renán, 1882:65)

 

En la tradición anglosajona Ernest Gellner es una referencia ineludible en el estudio de la nación, su perspectiva eurocéntrica y liberal no impidió que aportara a las originales ideas de Renán e incluyera el Estado como garante de la nación, a su vez, la nación como artefacto de la modernidad , condición de todo progreso, incluso observó la centralidad de un sistema educativo en la construcción de toda nación moderna, la nación como condición de posibilidad de la industrialización y progreso; afirmó “actualmente es más importante el monopolio, de la legítima educación que el de la legítima violencia” (Gellner,1991:52)

 Hay un malentendido cuasi mítico fundante de todo indigenismo posible, y es que los habitantes originarios perdieron su riqueza, su propiedad, su destino autónomo, su visión del mundo. Nos interesa cuestionar esa visión de pérdida, no importa tanto que pasó con todas esas construcciones, sino, discutir el sentido occidental de caracterizarlos como pérdidas, claramente hay un sentido utilitarista en esa apreciación mítica. Es un sentido económico vinculado a la acumulación como lógica propia de la modernidad.

Es justamente ese mito fundante que establece la pérdida como irreparable y un sentido de progreso como único camino posible, el que invita por las buenas o por las malas a sumarse a la lógica del capital a todo ser humano, y con formas especiales a los indígenas y pobres (micro emprendimientos, créditos, banco para pobres, educación, incorporación al mercado, al mundo tecnológico actual y especialmente al cibernético), en particular ese mito organiza el olvido como aceptación del presente e imposibilidad de recuperación de nuestra legítima herencia.

No interesa aquí dilucidar la probabilidad de otro camino, sino precisar cómo se justifica este camino como único. Apostamos a la lucidez de todo investigador, estudioso, intelectual o curioso cuando centra su mirada y demarcación en una sociedad sin capitalismo, no como utopía sino como radicalidad posible del presente, construcción probable del futuro y aceptación crítica del pasado. Sin dudas la modernidad no tiene retroceso, pero no impide imaginar y construir a partir de una rica herencia cultural. La Nación, en tanto artefacto social propio de la modernidad, ha cristalizado el presente. De tal suerte que las fronteras marcan hoy las diferencias otros- nosotros, lo fronterizo no sólo está entre países sino entre regiones e incluso en espacios urbanos.

 

 

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Sobre el autor

Jorge Nelson Ahumada

jahumada06@gmail.com

Médico por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) con formación y práctica psicoanalítica. Magister en Administración Pública por la UNC. Profesor regular de la Universidad Nacional de Villa María y la Universidad Nacional de Córdoba.

 



[1] Diversas fuentes relatan que sólo unos pocos indios sobrevivieron a la matanza ejecutada por tropas del presidente Fructuoso Rivera, en Salsipuedes, departamento de Paysandú, a unos 320 kilómetros al Norte de Montevideo. Entre los sobrevivientes, el cacique Vaimaca (junto a Guyunusa, Tacuabé y Sanaqué) fue apresado y llevado a Francia para ser exhibido como animal. En la República Oriental del Uruguay el 11 de abril por Ley Nº 18.589 de 2009 es el «Día de la Nación Charrúa y de la Identidad Indígena» en recuerdo de la Matanza del Salsipuedes.

[2] Durante el apartheid el término “mestizo” no tuvo su origen en un grupo definido, sino que fue una etiqueta impuesta por la Ley de Registro de la Población de 1950, se define como “aquel que en apariencia no es obviamente blanco ni indio y que no pertenece a una raza aborigen o tribu africana”. Una definición basada en la exclusión; es decir, la gente que no es (...) Se daba el nombre de mestizo a las personas que los racistas consideraban marginales. El término “mestizo” era fundamental para el mito racista del afrikaner blanco puro. Aceptar el término “mestizo” es permitir que el mito se perpetúe.

[3] El doble ha sido trabajado en la literatura en obras maravillosas como: El retrato de Dorian Grey de Oscar Wilde, El doctor Jekyll y el señor Hyde de Stevenson, Solaris de Stanislaw Lem y tantas otras; incluso nuestros Borges, Bioy Casares y Cortázar lo incluyeron en varias obras. La psiquiatría abordó el tema para pensar la Ezquizofrenia y el Psicoanálisis desde Freud partió del doble para pensar lo siniestro “Nos hallamos así con el tema del doble o del otro yo, es decir (…) con la identificación de una persona con otra, que pierde el dominio de su propio yo y coloca el yo ajeno en lugar del propio, o sea: desdoblamiento del yo, partición del yo, sustitución del yo”. (Freud, S. 1989: 226)

[4] En particular Pierre Clastres desarrolla esta idea en 1974 en su famosa obra La sociedad contra el Estado, cabe resaltar que todas las investigaciones de este autor fueron realizadas en la Amazonía, en su línea autores que consideramos muy valiosos como el brasileño Viveiros de Castro, el australiano Michel Taussig, que ha realizado sus trabajos en Colombia, Fernando Coronil de Venezuela, y los sudafricanos Jean y John Comaroff.

[5] Mariategui realizó un proyecto editorial ambicioso, su eje estuvo en el diario Amauta y en diversas publicaciones que trascendieron Perú y hasta la actualidad influencian toda América Latina, sin dudas fue nuestro primer marxista original y nuestro Gramsci Latino, su influencia editorial se puede ver en proyectos de gran envergadura como la Revista y editorial Pasado y Presente, dirigida por el villamariense José María “Pancho” Aricó , que durante los 60 marcó una línea intelectual a la izquierda Argentina, y en la revista Los Libros, dirigida por el Cordobés Hector “Toto” Schmucler que en los 70 continúo con esa perspectiva, ambas colecciones tienen recientes ediciones facsimilares con todos sus números publicaciones que forman parte de un gran proyecto editorial de la Biblioteca Nacional.

[6] Carlos Altamirano ha dirigido una obra monumental sobre los Intelectuales Latinoamericanos que en dos volúmenes suma más de 1.300 págs. , reconocidos investigadores abarcan temas tan diversos como los proyectos editoriales, los intelectuales y lo político, la nación, el indigenismo, las élites, las vanguardias, entre otros. ( Altamirano, 2010)

[7] Angel Rama comenta: “En 1940 el cubano Fernando Ortiz propuso el término ‘transculturación’, del que dijo que era ‘cardinal y elementalmente indispensable para comprender la historia de Cuba y, por análogas razones, la de toda América en general’. Fernando Ortiz lo razonó del siguiente modo: ‘Entendemos que el vocablo transculturación expresa mejor las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra, porque éste no consiste solamente en adquirir una cultura, sino que el proceso implica también necesariamente la pérdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial desculturación, y, además, significa la consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales que pudieran denominarse neoculturación.”