¿Movimiento obrero recargado? Aproximaciones al mundo del trabajo desde el Observatorio de Conflictividad Laboral Córdoba

 

 

 

 

 

 

 

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Susana Roitman

susiroitman@gmail.com

Universidad Nacional de Villa María, Argentina

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

¿Movimiento obrero recargado? Aproximaciones al mundo del trabajo desde el Observatorio de Conflictividad Laboral Córdoba

 

 

 

 

Resumen

Estas líneas surgen como resultado de extendido proceso de reflexión enmarcado en múltiples proyectos de investigación los cuales convergen en una misma iniciativa: el Observatorio de Conflictividad Laboral Córdoba, que registra y sistematiza datos de conflictos laborales desde 2011, a partir de fuentes periodísticas; y a partir de 2016 con sedes compartidas en la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad Nacional de Villa María.

El mismo, dada su trayectoria, ha sido financiado por la SECYT de la Universidad Nacional de Córdoba en dos períodos, y actualmente cuenta con la aprobación del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Villa María, para el período 2016 y 2017, financiando el proyecto “Producción de subjetividad –sujeción y subjetivación– en el mundo del trabajo de la provincia de Córdoba entre 2012 y 2016” la dirección de la autora.

Como marco general, el observatorio procura construir claves interpretativas para comprender regularidades e inflexiones en la conflictividad laboral. Las coordenadas que planteamos para el análisis de la situación hoy, y de las cuales el presente escrito es una breve acercamiento, se construyen a partir de estas reflexiones.

 

Palabras clave: movimiento obrero; trabajo; sociología; observatorio; conflictos laborales

 

 

 

Introducción

Múltiples proyectos de investigación forman parte de una misma iniciativa de cuya dirección la autora es responsable, pero que constituye un conjunto de esfuerzos de diferentes investigadores, docentes, estudiantes y becarios: el Observatorio de Conflictividad Laboral Córdoba (https://observatoriodeconflictoscordoba.wordpress.com/) que registra y sistematiza datos de conflictos laborales desde 2011, a partir de fuentes periodísticas; y a partir de 2016 con sedes compartidas en la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad Nacional de Villa María.

El mismo, dada su trayectoria, ha sido financiado por la SECYT de la Universidad Nacional de Córdoba en dos períodos, bajo los proyectos “La dinámica del conflicto laboral y socioambiental en la provincia de Córdoba en el período 2008-2012. Una caracterización”, correspondiente al período 2012-2013 bajo la dirección de Susana Roitman y “La dinámica del conflicto laboral en Córdoba durante el período 2012- 2014” dirigido por el Dr. Fernando Aiziczon para el período 2014-2015. Actualmente cuenta con la aprobación del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Villa María, para el período 2016 y 2017, financiando el proyecto “Producción de subjetividad –sujeción y subjetivación– en el mundo del trabajo de la provincia de Córdoba entre 2012 y 2016” la dirección de la autora.

Como marco general, el observatorio procura construir claves interpretativas para comprender regularidades e inflexiones en la conflictividad laboral. Las coordenadas que planteamos para el análisis de la situación hoy, y de las cuales el presente escrito es un breve acercamiento, se construyen a partir de estas reflexiones[1].

El movimiento obrero argentino vuelve a ser protagonista. La marcha del 29 de abril de 2016 mostró su centralidad en la escena política y su capacidad de establecer agenda. La ardua disputa por la ley antidespidos, que protegería sólo a un segmento del mundo del trabajo y por un tiempo breve expresa refractariamente lo que hierve abajo: la resistencia al disciplinamiento social que impone el capital –ante todo el más concentrado- al trabajo.

La pérdida del empleo en sus distintas modalidades: despidos, ceses de contratos, retiros voluntarios (obligados), suspensiones, extinción de programas de becas y pasantías, el simple “chau” para la masa de trabajadores en negro o la paralización de la construcción son herramientas específicas del capital para sumar efectivos al “ejército de reserva” de los desocupados e incrementar con esa amenaza la tasa de explotación manteniendo a raya y a la baja el salario y a la suba la productividad y la precarización. Avanza así de un tranco largo en la distribución de la renta social. Sin tapujos lo expresó el Ministro de Hacienda en su advertencia a los trabajadores “deben elegir entre empleo y salarios”.

Preguntarse hasta donde puede el capital tirar la cuerda del ajuste es preguntarse por la correlación de fuerzas entre capital y trabajo y, por ende, por el movimiento obrero. Partimos de la premisa que la fuerza de trabajo no puede ser nunca plenamente mercantilizada dado su “carácter ficticio”. Su peculiaridad estriba no sólo en ser creadora de más valor del que ella misma requiere para reproducirse, sino en que se resiste a ello: las luchas por el empleo, el salario, las condiciones de trabajo son prácticas insubordinadas que otorgan a esa mercancía su carácter ficcional como sostenía Karl Marx y Karl Polanyi. El movimiento obrero puede pensarse como estas prácticas que en su devenir construyen un “nosotros” inestable, una red de vínculos y afectos amplia que adopta como forma organizativa el sindicato pero que lo desborda. Comprender la situación del movimiento obrero es enfocarse en la dialéctica entre movimiento obrero fluido y organización estabilizada.

 

Coordenadas para el análisis

Retomando y resignificando algunos pares que propone el clásico libro de Richard HymanRelaciones Industriales” (1981), podemos precisar el espacio de alternativas en el que se desenvuelve esa dialéctica: internamente se despliega la duplas democracia participativa/conducciones burocráticas; al exterior el par movilización/desmovilización; perpendicularmente asoma una tercer eje de coordenadas: corporativismo/solidaridad, mientras un cuarto es el de independencia sindical/heteronomía.

Sobre el primer par –democracia-burocracia– hay en nuestro país, una discusión de larga data, hoy renovada. Se cuestiona que esta lógica binaria sea una lente adecuada para comprender el alcance de la construcción colectiva de demandas, organización y movilización, ya que simplifica el escenario y no deja enlazar las múltiples determinaciones en juego en la conformación del interés colectivo. Por nuestra parte, creemos que si bien la lectura entre los dos polos debe ser complejizada, la indicación de los mismos como límites entre los que se teje la modalidad de gestionar el movimiento es una guía productiva para su discernimiento; ocurre que no se trata de “modelos sindicales” que se imponen como un sello, sino de prácticas que van construyendo ciertas modalidades de subjetivación política.

El segundo eje refiere a una arista que trata sobre la relación del movimiento obrero/estructura sindical con la patronal o con el estado; se dirime por movilizaciones de las bases o por negociaciones de cúpulas. El primer polo –movilización- obliga a desbordar la norma, el segundo –desmovilización- contiene la lucha de clases. A diferencia de la dupla anterior, este conjunto resulta no antinómico en términos de significación colectiva, sino más bien complementario, aunque la primacía de uno u otro polo pone un sello en el carácter de la organización. Sin movilización, la negociación de conducciones es políticamente regresiva y tiende a la paralización, pero también, la negociación dentro del marco legal, es un momento en el desarrollo del conflicto al que se apela casi siempre. La forma en que se dirimen las paritarias es un ejemplo palmario; a veces entre bambalinas y otras con luchas tozudas, intensas.

La tercera dupla que trabaja Hyman es la tensión entre competencia y solidaridad. Es una relación compleja porque la base material de procesos productivos y segmentaciones salariales y contractuales –particularmente la amenaza de la pérdida de la fuente de trabajo o la descarnada desocupación- ejercen una tracción sobre la distribución de la dupla hacia el polo “competencia”, mientras que la democracia y la movilización la contrarrestan. Lo cierto es que sin solidaridad no hay chances para modificar relaciones de fuerza desfavorables.

Un cuarto eje es el de independencia sindical/heteronomía. Se trata de ver hasta qué punto el sindicato se sustrae de presiones del capital y el estado para desarrollar su propia política. Aquí hay que señalar que no es posible ni deseable la independencia sindical “químicamente pura”. Las organizaciones sindicales no son mónadas cerradas sino que abren el juego según su impronta a intelectuales, trabajadores no asalariados, vecinos, partidos políticos. También el aparato estatal es una presencia ineludible: sus instituciones, sus mediaciones, sus discursos; asimismo operan los empresarios individual o colectivamente y los partidos políticos. En verdad, buena parte de la riqueza (y de la pobreza) del movimiento obrero proviene de su “contaminación” con otros ámbitos; negarlo sería apostar al economicismo y corporativismo. En cambio, se puede evaluar la capacidad de llevar adelante políticas propias, políticas de clase, que permitan dar espesor a las demandas y adquirir peso específico en procura de articulaciones hegemónicas.

Una vez planteadas las cuatro tensiones nos tentamos de trazar coordenadas cartesianas para definir un plano donde “ubicar” la dialéctica entre movimiento obrero y organización sindical en cada momento que podría tener este trazado, donde el círculo indica un ámbito favorable para el ejercicio de un sindicalismo de clase.

 

 

Imagen 1

 

 

 

 

Aunque esta estilización es problemática: cualquier conjunto de categorías no conforman un tejido conceptual aplicable a cualquier todo empírico “a igualdad de condiciones”, puesto que tal situación ceteris paribus no existe como tal. El propósito de trazar coordenadas es pues modesto: marcar ciertas señales en el mapa cognitivo que orienten la descripción de escenarios. Sobre esta base planteemos una hipótesis medianamente optimista.

 

 

Acoplamientos y articulaciones

Desde el 2002 las duplas propuestas se desacoplaron sistemáticamente. Nuestra hipótesis es que hay un nuevo escenario en que se habilita la articulación de la participación, la solidaridad, la movilización y la independencia a un nivel amplio, aunque no sin tropiezos y en un camino lleno de obstáculos económicos y políticos, dada la magnitud de la transferencia de la renta que pretenden y ejecutan los sectores más poderosos de la economía, comenzando por el financiero y siguiendo por la agroindustria a gran escala. Veamos brevemente estos desacoples.

El par democracia/burocracia es un clásico argentino: la emergencia de delegados y comisiones internas combativas que desbordan las conducciones sindicales en cada nivel marca al movimiento obrero desde sus comienzos en el siglo XIX. Desde el 2001 la disputa por el “lugar de trabajo” entre trabajadores de base y delegados o conducciones propatronales se renovó y adquirió densidad, impulsado por un activismo joven o intergeneracional que recuperó esa bandera. En Córdoba en los sectores salud, docentes y metalmecánicos tenemos ejemplos de distinto alcance y duración. Tales brotes han sufrido ataques sistemáticos de conducciones gremiales, gobierno y empresas. La reciente resolución de la Corte sobre el caso Orellano, parece consolidar esta dirección[2].

En cuanto a movilización/desmovilización -segundo par- desde las cúpulas prevaleció la negociación silenciosa o bien la estrategia vandorista de “golpear para negociar”. Las exigencias desde los “lugares de trabajo” fueron fragmentarias; ninguneadas o duramente reprimidas a instancias de las propias conducciones gremiales. El asesinato de Mariano Ferreyra ilustra trágicamente esta línea[3]. En consecuencia, la solidaridad de clase quedó latente, casi sin expresión. La inexistencia de paros generales y grandes movilizaciones en los últimos veinte años son ausencias que brillan, la existencia de 5 centrales sindicales habla por sí misma. Otro tanto sucedió con la posibilidad de darse una política propia –el cuarto eje- en tiempos atravesados por disputas por espacios estatales. En Córdoba, los cargos políticos de Dragún, Grahovac o Pihén son expresiones puras de heteronomía.

Ahora bien; nuestra hipótesis, aún balbuceante, sostiene que algo cualitativamente nuevo se abrió en la conmemoración de este primero de mayo realizada el 29 de abril. La concentración expresó la emergencia de una base dispuesta a la movilización, la solidaridad y la independencia. Estamos pensando en los que colmaron las calles y no en las conducciones que convocaron en parte empujadas por los trabajadores, en parte porque sus intereses también se ven resentidos.

 No menos contundente aunque sí menos difundido fue el “comodorazo” del 6 de mayo, donde los petroleros defendieron sus puestos de trabajo con la solidaridad de 50 mil cuerpos en Comodoro Rivadavia, una ciudad de solo 300 mil habitantes. Impresiona la proporción de movilizados sobre el número de habitantes, como si en Córdoba se convocaran 200 mil personas para defender los trabajos de los metalmecánicos en peligro. El recuerdo de la primera pueblada de Cutral , de la que en junio se cumplen 20 años, viene de inmediato a la memoria. A diferencia, acá hay una estrategia anticipatoria a la pérdida del empleo: una advertencia y un sacudón frente a despidos hormigas de un sector desfachatado que exige más y más subsidios, y aumento de tarifas, para “mantener la fuente de trabajo” y sin embargo… despide.

Los estatales de Tierra del Fuego, que resisten el ajuste y son duramente reprimidos pero despiertan solidaridades; los universitarios en la calle y acompañados por sus estudiantes, son otros ejemplos que sostienen la hipótesis. Claro que recurriendo al remanido verso de Borges se puede decir “No nos une el amor, sino el espanto”; pero nuestra historia reciente revela diversas situaciones de espanto en las que nada se pudo articular.

 

Concluyendo

Es común en los debates y asambleas sostener el “antes” y el “después” de la asunción de Macri. Antes, un mundo encantado, después el desplome. También, aunque menos extendida, es la pintura contraria, de que hay una continuidad lineal entre 2015 y 2016. Para pensar el movimiento obrero nos parece que hay que alejarse de tales maniqueísmos. Hay lógicas estructurales y políticas que apretaban en términos de empleo, precarización, salarios y condiciones de trabajo. Pero también es cierto que el cambio de gobierno desató furias contenidas. No se trata de escabullir la discusión, pero sí, de correr el eje: descentrar el debate de las lógicas de los gobiernos para pensar lo estatal y lo económico como sistemas de relaciones más amplios (in)separables. La interpelación que hace hoy el movimiento obrero, no sus conducciones sino aquel “nosotros” que fluye haciéndose clase, interpretamos que puede tomar esa distancia.

En segundo término, nos parece, (en línea con lo anterior), que este estado de movilización y contestación que se extiende no nace mágicamente. Retomando la idea del “espanto”: activarlo y luego hacerlo retroceder para ganar espacio propio es una tarea que requirió, requiere y requerirá de activismo. Que existe y tiene múltiples vertientes. Y acá sí, creemos (contra una opinión extendida), que no es un regalo de nadie, sino una conquista colectiva. Sostenerlo, ampliarlo y evitar el desparramo (sin resignar diversidad) es también la posibilidad de sostener y ampliar este “movimiento obrero recargado”.

 

 


 

Bibliografía

Hyman, R. (1981) Relaciones industriales. Una introducción marxista. Blume, Madrid.

Roitman, S. et. al. (2014) “Conflictividad en el espacio de trabajo: composición y lucha de clases” en: Morón, S. y Roitman S. (comp.) Procesos de acumulación y conflicto social en la Argentina contemporánea. Universitas, Córdoba.

 

 

 

 

 

 

 

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Sobre la autora

Susana Roitman

susiroitman@gmail.com

Doctora en Ciencias Sociales. Investigadora y docente de la Universidad Nacional de Villa María. Directora del observatorio de Conflictos Laborales Córdoba, y directora de múltiples proyectos de investigación sobre la temática.

 

 

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[1] Una versión ampliada de este artículo fue presentada en el Congreso PreAlas de Sociología realizado en la UNVM y una más resumida publicada en el blog https://lavetablog.wordpress.com.

[2] Se trata de un fallo donde se avala el despido de un trabajador del Correo Argentino porque convocó a una huelga sin tener representación formal. Según el constitucionalista Gustavo Arballoel fallo tiene una hermenéutica regresiva; impacta sobre el sistema sindical porque su visión formalista obtura a grupos que estén al margen la estructura gremial; e ignora la vida real donde miles de medidas de fuerza de alta o baja intensidad surgen espontáneamente

(citado de Pagina12, http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-301266-2016-06-08.html)

[3] Ver Roitman et. al. (2014).