La ciudad en el country
The city in the private neighborhood
_____
Andrés Daín
andresdain@gmail.com
Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura
y Sociedad (CIECS-CONICET, UNC) y
Universidad Nacional de Villa María, Argentina
RAIGAL. Revista Interdisciplinaria de Ciencias Sociales
Nº 1, octubre 2015 - marzo 2016 (Sección Dossier, pp. 50-63)
e-ISSN 2469-1216
Villa María: IAPCS, UNVM
http://raigal.unvm.edu.ar
Recibido: 15/09/2015 - Aprobado: 08/10/2015
Resumen
En este artículo se procurará poner en evidencia el carácter sobredeterminado del sentido de diferentes vinculaciones que establecen los residentes de las urbanizaciones cerradas en argentina con la ciudad abierta. A tal fin, se analizarán dos instancias a partir de las cuales la instauración hegemónica del discurso neoliberal se hace presente en el proceso de legitimación de las urbanizaciones privadas. En primer término, se mostrará cómo la cuestión de la inseguridad exterior es vivida como una amenaza constante, no sólo a la hora de salir del country sino también cómo deviene en cuestión clave de la vida comunitaria intramuros. Y en segundo lugar, los countries también se legitiman en tanto promotores del desarrollo económico del entorno, mediante la generación de empleo directo y la reactivación del consumo en la zona donde se asientan.
Palabras clave: urbanizaciones cerradas; neoliberalismo; sobredeterminación; hegemonía; ideología
Abstract
This article will attempt to highlight the overdetermined nature of the sense of different links that provide residents of gated communities in Argentina with an open city. To this end, two instances are analyzed from which the establishment of the neoliberal hegemonic discourse is present in the process of legitimation of private developments. First, we show how the issue of external insecurity is experienced as a constant threat, not only at the time of leaving the country clubs but also in key question becomes how community life within the walls. And secondly, country clubs also legitimize as promoters of economic development of the environment, by generating direct employment and the recovery of consumption in the area where they settle.
Keywords: gated communities; neoliberalism; overdetermination; hegemony; ideology
El presente artículo forma parte de una investigación orientada a comprender cómo las urbanizaciones cerradas se legitimaron como una nueva forma de ocupar el espacio urbano en las principales ciudades argentinas. Específicamente, en esta ocasión se pretenderá evidenciar la permeabilidad de los rígidos cercos perimetrales de los barrios cerrados argentinos dando cuenta del carácter sobredeterminado de ciertos vínculos con la ciudad abierta que establecen sus privilegiados habitantes.
Como toda identidad se configura relacional y diferencialmente y no a partir de un vínculo esencial entre significante y significado, toda referencia a la cosa misma nunca podrá ser estrictamente literal sino que siempre será metafórica y metonímica. Por tanto, el sentido de una práctica emergente como las urbanizaciones privadas no puede buscarse en sus características morfológicas o espaciales, ni en los servicios que brinda así como tampoco en las necesidades de sus residentes. Contrariamente, se debe procurar desentrañar aquellas interpelaciones a las que los sujetos son sometidos y los recursos a los que éstos apelan para darle sentido a este nuevo modo de vida.
En esta dirección, pueden reconocerse diversas figuras metafóricas a través de las cuales se condensa el significado que adoptan las urbanizaciones privadas en Argentina: por ejemplo, “el country es un barrio” o “el country es como vivir en el campo”. A través de estas metáforas, residentes, publicistas, periodistas especializados, desarrollistas y arquitectos hacen uso de sentidos disponibles para representar a las nuevas urbanizaciones. Lo que se procura mostrar es que el sentido que adquieren las urbanizaciones privadas en Argentina está sobredeterminado por la hegemonía neoliberal lo cual puede ponerse en evidencia especialmente a través del uso de una de las metáforas más invocadas: el country es una burbuja.
Una y otra vez la metáfora de la burbuja es empleada para significar a las urbanizaciones cerradas. Los diversos actores implicados, reiteradamente sostienen que vivir en un country es como “vivir en una burbuja”. Sin embargo, dicha apelación retórica siempre ha sido ubicada en el lugar de la exageración, de la distorsión o de lo despectivo, y consecuentemente ha sido sistemáticamente subestimada y, por lo tanto, desechada por todos los estudios sobre los countries en Argentina. Por el contrario, este artículo procurará mostrar la relevancia de esta figura metafórica para comprender el proceso de significación y legitimación de este nuevo modo de ocupar el espacio urbano.
Particularmente, la metáfora de la burbuja es una manera particular de pensar el límite de las urbanizaciones privadas. Sus fronteras no son caracterizadas como impenetrables, rígidas e impuestas sino, como las burbujas, los límites de estas urbanizaciones son permeables, frágiles y transparentes. Así, los límites frágiles, permeables y transparentes de las burbujas posibilitan, metonímicamente, significar los vínculos e interacciones con el mundo exterior por parte de quienes residen en los countries. Hacia esta dirección se orientará el presente artículo, donde se procurará poner en evidencia el carácter sobredeterminado del sentido de diferentes vinculaciones con el afuera.
A tal fin, se analizarán dos instancias a partir de las cuales la instauración hegemónica del discurso neoliberal se hace presente en el proceso de legitimación de las urbanizaciones privadas en Argentina. En primer término, se mostrará cómo la cuestión de la inseguridad exterior es vivida como una amenaza constante, no sólo a la hora de salir de la urbanización sino también cómo deviene en cuestión clave de la vida comunitaria intramuros. Y en segundo lugar, los countries también se legitiman en tanto promotores del desarrollo económico del entorno, mediante la generación de empleo directo y la reactivación del consumo en la zona donde se asientan.
Una problemática importante estrechamente vinculada a las lecturas del afuera es la salida temporal de la burbuja. Las definiciones del entorno contaminadas por el sentimiento de inseguridad transforman en un tema central la cuestión del desplazamiento desde el country hacia el exterior:
Siempre decís que te da miedo llegar hasta acá, pero una vez que te abren el portón decís: ‘¡Ah… ya estoy en casa!’ (testimonio citado por Kessler, 2009: 245)
La tranquilidad de llegar a casa (“¡Ah… ya estoy en casa!”) se opone al temor que implica el afuera. Aquí, auto y autopista juegan un rol protagónico y configuran una suerte de conducto hermético que permite un traslado seguro hacia otras burbujas, como el Shopping Center, el supermercado, el centro de salud o el colegio. Esto es algo que se refleja en el modo en que las publicidades refieren a la ubicación y al modo de acceso a los countries:
Clarín, 04 de octubre de 2003
Como puede observarse, en los croquis de esta publicidad sólo se apela a las rutas, autopistas, colectoras y salidas como puntos de referencia; como si todo el entorno más o menos inmediato de la urbanización no existiese. Exageradamente, la promoción de otro country[1] dice:
En definitiva, la burbuja no simplemente protege del entorno inmediato, sino que parece negarlo al cuestionar las distancias:
Clarín, 07 de junio de 2003
La burbuja te aproxima a lo bueno: a “lo natural”, al “aire puro” y a la “tranquilidad y serenidad del campo”; y te aleja de lo malo: del “ruido”, de la “inseguridad” y de la “contaminación”. De este modo, el automóvil y la autopista no solamente agudizan el encapsulamiento al actuar como barreras para los sectores marginados, sino que además colaboran en la configuración de una nueva relación espacio-temporal ya que “aparecen como la materialidad de la tecnología funcionando como nexo de la naturaleza y la civilización, resignificando el tiempo en relación con el espacio” (Arizaga, 2005: 125).
Este encapsulamiento es reforzado por promotores inmobiliarios y publicistas, quienes ofrecen estas urbanizaciones destacando las bondades del aislamiento y su autonomía respecto a la ciudad abierta. La cantidad de servicios que brindan los countries no solamente son un indicador del status socioeconómico de sus residentes, ya que los gastos de mantenimiento se incrementan proporcionalmente, sino que además constituyen un verdadero símbolo de la calidad de vida, toda vez que ésta valora positivamente evitar la salida de la burbuja al estar definida en contraposición a la vida urbana. No sólo acceden a los barrios cerrados sus residentes y, por supuesto, familiares, amigos y allegados, quienes pueden traspasar los muros si son invitados por sus privilegiados habitantes, sino que también acceden a ellos toda una amplia gama de proletarios del sector servicios: personal doméstico, jardineros, trabajadores de la construcción, etc. Y, como todo puede ser ordenado telefónicamente desde el interior de la burbuja, también atraviesan sus fronteras todo tipo de deliveries, desde la comida hasta la tintorería, pasando por el lavado de auto y la farmacia, hasta el ofrecimiento de “soluciones a domicilio en decoración, arquitectura y jardinería” (Clarín, suplemento Countries, 13 de setiembre de 2003: 4). Como reconoce otra residente:
Si querés lavar el auto, te lo vienen a buscar, te lo lavan y te lo traen a tu casa. […] Querés helado, te lo traen. Querés verdura, te la traen. Se usa mucho el delivery. Todos los barrios cerrados están armados para que confluyan todos los servicios (testimonio citado por Castelo, 2007:69)
Pero como los de fuera siempre configuran una potencial amenaza, los flujos de personas hacia el interior del country son una cuestión central a la hora de garantizar su seguridad. Así, por ejemplo, todos los trabajadores que ingresan a prestar servicios no sólo ingresan y egresan por una puerta exclusiva destinada a tal fin, para que no se crucen con los accesos de moradores e invitados, sino que además son sometidos a estrictos controles por parte de la seguridad privada del barrio. Una solución extrema, orientada tanto a centralizar el control del flujo de trabajadores como a evitar al mínimo las salidas de la burbuja agudizando el encapsulamiento, parece estar representado por lo que el mercado inmobiliario ha bautizado como el servicio full comfort:
Un concepto Full Comfort, para una vida llena de soluciones. Como es un lugar para toda la vida Valle del Golf introduce Full Comfort, un concepto innovador en materia de servicios. Una original y exclusiva combinación de soluciones pensadas para simplificar y hacer más confortable tu vida y la de tu familia. Full Comfort resta preocupaciones y suma respuestas para temas tan importantes como:
- El traslado hacia los principales colegios y puntos estratégicos de la ciudad de Córdoba
- Abastecimiento de las residencias
- Servicios para el hogar: desde personal doméstico y jardinería, hasta mantenimiento de piscinas, veterinaria móvil y mecánica ligera[2].
Las fronteras de la burbuja no garantizan un aislamiento total y absoluto del entorno. A pesar de las enormes y seguras murallas vigiladas permanentemente por personal de seguridad privada, los límites del country son más bien relativamente frágiles y permeables:
[…] Cuando nos mudamos acá decíamos “¿qué estamos haciendo?”. Nos mudamos a este lugar por seguridad cuando realmente tenemos a todos los peores al lado, alambre de por medio, y quienes nos cuidan es muy probable que sean amigos de los que están afuera [más] que [de] nosotros y eso que nos cuidan [pero] seguramente viven en ese barrio de afuera. Entonces ese tipo que nos cuida, el día que le caíste mal te dejó de cuidar y pasás a ver el enemigo y está metido adentro, ¿viste? Después aprendes a convivir con eso, pero al principio se nos hizo muy patente, el custodio podía llegar a ser tu enemigo porque el custodio pertenece a un nivel socioeconómico que tiene más que ver con el barrio ese que está al lado que con lo que pasa acá adentro (testimonio citado por Svampa, 2008: 231)
Aunque las murallas del country sean materialmente imborrables, aquí el límite tiende a difuminarse. Más precisamente, a pesar de que las fronteras no impiden en este caso que los de afuera ingresen a la burbuja, es evidente que operan más allá de lo físico al contaminar la manera en que el afuera se relaciona con el adentro. En esta declaración vuelve a repetirse la relación transitiva entre el “pertenece[r] a un nivel socioeconómico” y ser parte de “todos los peores”, haciendo por tanto que los de “al lado, alambre de por medio”, sean definidos como “enemigos” de quienes viven dentro (“el custodio podía llegar a ser tu enemigo porque el custodio pertenece a un nivel socioeconómico”). De modo aún más explícito: “y vos fijate la contradicción: los que nos custodian a nosotros cobran muy mal, y ven todos esos caserones, y después no quieren que haya rencor” (testimonio citado por Castelo, 2007: 136)
Pero además de reforzar la contigüidad entre pobreza y delincuencia (o “rencor”) se evidencia una situación ciertamente paradójica: por un lado, la solución country al problema de la inseguridad se basa en el aislamiento de un exterior hostil y peligroso, pero al mismo tiempo, dicho aislamiento termina incrementando la dependencia con aquellos de los que se busca escapar. Este otro relato de un residente que cuenta que de vez en cuando sale con su auto y les compra un kilo de helado a los guardias de turno, también apunta hacia la misma dirección:
En realidad son ellos [los guardias] los que me están mimando a mí, porque me están cuidando, son como nuestros padres… -dice, duda unos segundos, y agrega-: porque si vos desconfías de todo el mundo, aislate en un iglú en el cono sur. Lamentablemente siempre tenés que confiar en alguien (testimonio citado por Castelo, 2007: 133)
Este singular reconocimiento por el trabajo de los guardias condensa la paradoja señalada. El pesar que admite sentir por tener que confiar en alguien: “lamentablemente siempre tenés que confiar en alguien” pone en evidencia la visión negativa de la alteridad donde el otro, en tanto individuo egoísta, siempre es una potencial amenaza, pero al mismo tiempo reconoce la inevitabilidad y la necesariedad de dicho vínculo. En esta suerte de moral individualista, que Macpherson (2005) denominó individualismo posesivo, el otro no potencia ni posibilita sino que impide y limita.
Esta permanente preocupación por la seguridad se desplaza una y otra vez. Una de las formas que asume es la del dilema en torno a la confiabilidad del personal de seguridad contratado, lo cual pone en evidencia una vez más la desconfianza respecto de la alteridad. Esta disyuntiva es planteada sintéticamente por este residente:
Existen dos posturas: algunos dicen que, contratando el servicio directamente, uno conoce mejor a la gente, puede averiguar mejor los antecedentes, tiene un grupo más estable. Ésas son las cosas a favor. ¿Cuáles son las contras? Que al ser un grupo estable y estar más tiempo, conocer y saben todo, y es por eso que algunos dicen que es mejor contratar en forma externa, porque se van rotando periódicamente y se evita ese tipo de cosas. Pero aquellos contratados en forma externa también dependen de la averiguación, de quién viene, y eso no lo podés comprobar, con lo cual cada sistema tiene sus ventajas y sus desventajas (testimonio citado por Kessler, 2009: 245)
El mismo dilema lo plantea esta otra residente:
Yo creo que la guardia tendría que cambiar muy rápidamente. La persona que trabaja hoy hasta dentro de un año no tendría que venir a trabajar […]. Yo creo que deberían tener más personal y ser más rotativo. Vos no podés ver dos años la misma cara del mismo hombre. Porque no puede saber cómo se llama la señora que trabaja en casa, cómo se llama el perro, es como tener a un portero de un edificio, y el portero no me puede cuidar, el portero puede cuidar la puerta y la limpieza. Pero no puede ser mi seguridad, porque sabe más de mi vida que otra cosa (testimonio citado por Castelo, 2007: 134)
El constante recelo respecto de los otros, es sintetizado con una singular crudeza por otra residente:
Vos querés al otro para someterlo, no lo querés para respetarlo, aprendés a respetarlo, producto de la necesidad de alimento o de trabajo, pero si no hay una necesidad que te justifique estar con el otro… Poné dos chicos a jugar, se van a fajar (testimonio citado por Castelo, 2007: 36)
Este modo de significar la alteridad, no solamente representa un caso extremo del miedo respecto del otro sino que también es un modo de legitimar la desigualdad socioeconómica. El otro aprende a respetar sólo como “producto de la necesidad de alimento o de trabajo”, de modo que si no hubiese esa desigualdad, los otros buscarían “someter” en vez de “servir”. Y esto es presentado como algo inherente a la naturaleza humana: “poné dos chicos a jugar, se van a fajar…”
Al contrario de lo que proponen otras aproximaciones (i.e. Arizaga, 2003 y 2005), los countries no constituyen una suerte de “micro sociedad”. Esto sólo es sostenible desde la propia literalidad de los discursos. Más allá de las proclamas y de los anhelos que puedan expresar residentes, publicistas, arquitectos y desarrollistas y más allá de las diferentes estrategias orientadas al reforzamiento del encapsulamiento (el servicio full confort que se mencionó más arriba, por ejemplo), el country nunca representa un espacio completamente aislado de la ciudad abierta. No solamente porque la supervivencia de la burbuja depende de un exterior relativamente pauperizado que provea de la mano de obra necesaria para el sostenimiento del paraíso; ya que el country, a diferencia del barrio tradicional, requiere una importante cantidad de personal encargado de brindar una multiplicidad de servicios (desde la seguridad hasta la jardinería, pasando por el mantenimiento de los espacios comunes). La completa autonomía no es una aspiración inacabada ni un horizonte que se pretende alcanzar. Es una imposibilidad; fundamentalmente porque aquello que posibilita la burbuja es precisamente lo que pone en evidencia su precariedad. La condición de posibilidad de la burbuja es ese mundo exterior, significado en los singulares términos que se ha venido poniendo en evidencia; pero al mismo tiempo, una representación diferente de la ciudad abierta desvanecería la burbuja. En otras palabras, lo que posibilita el aislamiento (la inseguridad urbana, por ejemplo) es al mismo aquello que lo niega y relativiza, mostrando su radical contingencia. Así, aquello que queda fuera se encuentra, al mismo tiempo y paradójicamente, dentro.
En definitiva, la opción por la burbuja tiene una dimensión de imposición. No solamente por el trágico diagnóstico del mundo exterior que parece no dejar lugar a otra alternativa sino también porque se reconoce la inevitabilidad de dejar ingresar a la burbuja desconocidos potencialmente peligrosos, viendo incrementada, paradójicamente y como producto del aislamiento, la interacción con quienes son leídos como potencial amenaza. Sin embargo si bien los límites de la burbuja son permeables y dejan –o más bien, exigen- que el afuera ingrese a su interior, éstos siguen operando al contaminar el sentido de dicha relación. Consecuentemente, la legitimación del vínculo que se establece entre los foráneos que ingresan a la burbuja y sus residentes parece depender de dos cuestiones centrales.
En primer lugar, la relación con los de afuera se legitima en la medida en que asuma una forma claramente instrumental (y, como ya se mencionó, relativamente deshumanizada). Los de afuera pueden ingresar porque van a desarrollar alguna función necesaria para sostener la calidad de vida de los de adentro: el servicio de seguridad privado –casi la misma condición de posibilidad de la burbuja- representa un elemento fundamental; pero también los servicios de jardinería son indispensable para el disfrute de la vida verde porque la naturaleza lejos de configurar un orden espontáneo sin intervención del ser humano, en realidad es una suerte de “naturaleza de diseño”, el servicio doméstico también es clave e, incluso, hasta el trabajo del piletero deviene en oficio indispensable para gozar de una “verdadera calidad de vida”, tanto como el del servicio privado de recolección de residuos en el interior del country.
Y en segundo término, se valida el vínculo con los de afuera siempre y cuando la decisión de quién entra y para qué lo hace, dependa exclusivamente de los residentes del country, siendo siempre éstos los que se reservan aparentemente dicho poder. Aparentemente, en la medida en el propio modo en que se estructura el estilo de vida country hace inevitable la dependencia con los de afuera.
Aunque no todos los extraños que ingresan los hacen para brindar un servicio, como el caso de la editora responsable de uno de los suplementos country más leídos del país, citada por Castelo (2007: 28-30):
No te dejan ingresar. No quieren saber nada con que vayan los periodistas. A nosotros nos interesaba mostrar las actividades culturales, pero tenían una reticencia: no vayas a decir esto, no vayas a decir lo otro… […] La gente no quiere que le saquen fotos […] Nos ha ocurrido que el dueño de la casa nos ha mandado una carta documento en la que nos cuestiona con la anuencia de quién hemos sacado las fotos. Nosotros sólo queremos ver el frente de las casas. […] Tenés que conseguir una familia, y los chicos aparecen con la cara cubierta, o aparecen de espaldas. Tenés que cuidar cada detalle. Es por la seguridad. Tienen miedo de que sean reconocidos, tienen miedo de que la gente diga que ésa es la casa de fulano. Tienen miedo por varias razones, por la seguridad y por el tema de los impuestos. Una cosa está atada a la otra (testimonio citado por Castelo, 2007: 29)
Lo que viene a evidenciar este testimonio es el lugar del sujeto residente de la burbuja. Un sujeto decisor, con capacidad de controlar no solamente el acceso a su ámbito residencial sino también el límite preciso entre lo que el foráneo puede y no puede hacer.
Esta dimensión de la relación con el afuera que acaba de ser destacada, habilita un argumento sobredeterminado de legitimación de la proliferación de las urbanizaciones privadas. Se trata de la presentación de los countries como promotores del desarrollo económico de la zona. Fundamentalmente a través de dos mecanismos. Por un lado, mediante la generación de empleo directo[3] contratando personal de servicios, tal cual se acaba de detallar, que hacen de los countries de mayores dimensiones verdaderas usinas de empleo, aunque se trate de trabajo informal, de baja calidad, mal pago y con vínculos laborales muy precarios. Y por el otro, erigiéndose en motores del desarrollo comercial del entorno, como consecuencia del alto nivel de consumo de sus residentes que se disemina en los comercios preexistentes de la zona y se configura como un importante estímulo para el asentamiento de nuevos. Como lo afirma un miembro de la Federación de Countries y Clubes de Campo:
Una fábrica, por ejemplo la que inauguraron en Pilar con bombos y platillos, habían hecho una inversión de cuarenta millones de pesos y tenían como personal en total como cuarenta personas. ¡Y es una fábrica! Un country mediano tiene ese nivel de gente en relación de dependencia, más todo lo que significa la creación de trabajo en cada una de las casas que se va haciendo, más lo que significa la tercerización (testimonio citado por Svampa, 2008: 214)
En primer lugar, es ciertamente sintomática la comparación entre el empleo generado por un country y el de una fábrica. El carácter sobredeterminado de la declaración citada, se evidencia en el momento mismo de la comparación y en la forma que ésta asume. Homologar dos modos de desenvolvimiento económico a partir de su capacidad de generar empleo, subestimando al extremo sus diferencias, pone en evidencia los efectos de la hegemonía neoliberal[4]. Por lo tanto, no solamente un puesto de trabajo es igual a cualquier otro puesto de trabajo, sin importar el nivel de formación requerido, el valor agregado generado o las condiciones laborales generales, sino que además la tercerización de la economía era considerada como un indicador del desarrollo del país y de su ingreso al mundo globalizado.
En segundo término, que la generación de empleo, sea directo o indirecto, devenga en legitimador de las urbanizaciones cerradas es una clara muestra de la situación del país a partir de la segunda mitad de la década del ’90 donde el problema del desempleo se transformó en una cuestión clave de la formación política argentina. Así puede observarse en el siguiente gráfico sobre la tasa de actividad, empleo y desempleo:
Elaborado por la CEPAL (ONU)
La alusión “con bombos y platillos” refiere a la amplificación por parte de dirigentes políticos cuando se generaban nuevos puestos de trabajo. Entonces, que las urbanizaciones cerradas promuevan el empleo no solamente es presentado como algo bueno en sí mismo, como un dato evidentemente positivo e irrefutable, sino que además posibilita opacar aquellas voces cuestionadores de este nuevo modo de ocupar el espacio urbano y suburbano por parte de los sectores socio-económicamente más favorecidos, ya sea por los problemas de segregación espacial o de fragmentación urbana que este tipo de urbanizaciones cerradas generan y profundizan o por las consecuencias sociales en términos de integración y cohesión que estos espacios de socialización entre nos producen:
Los medios de comunicación creen que en los countries hay sólo gente de elite. Y no es toda así. Acá hay gente que compró con esfuerzo, con dificultades. Muchos lo lograron en momentos en que los lotes estaban baratos y hay gente que ahora le cuesta mucho pagar las expensas… ¿Por qué no lo miramos al revés? Por qué no pensamos que en una tierra libre donde se podría haber instalado una villa, un descargadero de algún producto químico o un basural, se ha convertido en un lugar donde la gente puede residir tranquila y en donde se generan fuentes de trabajo. Acá hay trabajo de todo tipo: de seguridad, jardinería, empleadas domésticas, arquitectos y gente de la construcción, pileteros, caddies… Mucha gente no sabe que las doscientas familias que viven aquí generan trabajo para 700 personas de la zona. Todos los días, cada día del año, entran 700 personal a trabajar: a las casas, al club house, al restaurante, a la cancha de golf, a las cuatro de tenis, a la pileta de natación, a la cancha de roller hockey, al salón de usos múltiples y al barcito dentro del house. Decime vos: ¿cuántas fábricas generan trabajo para 700 personas sin contaminar sino generando pulmones verdes para la zona, deporte, vida? (testimonio citado por Rojas, 2007: 144-145)
Incluso, a veces, la generación de empleo hace que el gran contraste con el entorno de pobreza sea valorado positivamente:
¿Te acordás, plena crisis de 2001, cuando vinieron a saquear el Carrefour? […] Yo veía la gente saliendo con carritos y yo estaba tan metida en mi mundo que ni siquiera me di cuenta... Y esa vez era toda una psicosis: van a tomar los countries, decían. Acá la anécdota fue que la gente de la villa había puesto gomas quemadas pero para salvarnos a nosotros y a ellos de otra villa que venían a atacarnos... La gente humilde nos cuida porque es una fuente enorme de trabajo (testimonio citado por Castelo, 2007: 68)
De este modo, pareciera que lo verdaderamente relevante es cuánto trabajo generan, y los otros planteamientos (segregación, polarización, etc.) parecen lejanas abstracciones que sólo preocupan a unos pocos:
[…] Por lo pronto genera trabajo, acá trabajan sesenta personas que deben ser de Pilar o de los alrededores, que hace cinco años se tenían que ir a trabajar al centro. Yo, me parece que es al revés, creo que es mayor el beneficio, porque el municipio también se beneficia y se beneficia para los sectores que usás, sea hospitales, que en general la gente de barrios cerrados no usa, entonces yo creo que es más el beneficio que la segregación que tiene esa gente (testimonio citado por Svampa, 2008: 242)
La última parte de la cita introduce otro elemento que refuerza la mirada de la cuestión del empleo. Los countries no solamente se legitiman como promotores del desarrollo económico al crear empleo directo e indirecto, sino que además son un excelente negocio para el Municipio donde se asientan. Básicamente porque sus residentes son una suerte de aportantes netos para las arcas del Estado local ya que, por un lado, contribuyen en concepto de impuestos (inmobiliarios y de automotores) y tasas de servicios municipales (alumbrado, barrido y limpieza), pero al mismo tiempo, al pretender desarrollar una vida completamente privada y autónoma, sus residentes no insumen ninguno de los servicios públicos básicos (como salud y educación) prestados por el municipio. Sostener que “es mayor el beneficio, porque el municipio también se beneficia” tiene al menos dos implicancias. Por un lado, es un modo de reducir al Estado a una lógica mercantilista; desde este punto de vista, el Estado es una institución que cobra impuestos y tasas a cambio de prestar ciertos servicios, siendo así prácticamente homologable a cualquier empresa. Y por el otro, esta mirada fuertemente economicista también reduce al country a su dimensión de contribuyente y fuente de empleo, lo que no sólo justifica su proliferación y desarticula los argumentos en su contra, sino que además lo sitúa en algo verdaderamente positivo para el desarrollo económico, mirada que se condensa en la conclusión a la que llega este último testimonio: “entonces yo creo que es más el beneficio que la segregación que tiene esa gente”. Por lo tanto, se piensa lo público en los mismos términos que la economía de mercado. O, en otras palabras, la gramática economicista emerge aquí de modo desplazado para mostrar las bondades de este singular modo de desarrollo urbano. La metáfora del mercado para pensar la política pone en evidencia un conjunto de operaciones ideológicas, tales como una concepción racional-instrumental y universalista del sujeto, que subyacen también en este modo de legitimar las urbanizaciones privadas en tanto generadoras de empleo, contribuyentes netos a las arcas del Estado y, por ende, promotoras del desarrollo económico.
Esta operación ideológica que reduce las relaciones sociales a su dimensión económica se entronca con otra cuestión muy importante. Validar las urbanizaciones cerradas porque generan trabajo y aportan más al Estado de lo que le demandan es además una manera desplazada del discurso neoliberal en torno a la redistribución de la riqueza. Como el neoliberalismo se preocupa fundamentalmente por la condiciones de interacción de los sujetos en el mercado (libertad individual e igualdad formal) y no por el resultado de dicha interacción, su teoría de la justicia se limita a la lógica meritocrática: lo justo es que cada uno reciba de acuerdo a su capacidad y a su esfuerzo, y esto constituye el estímulo principal para que cada sujeto aporte todo de sí a la sociedad. Entonces es justo que aquellos que más aportan al conjunto porque son los más capaces, los más voluntariosos y/o sean quienes mayores riesgos han asumido, reciban proporcionalmente más que el resto[5]. Consecuentemente, una política macroeconómica correcta tiene que estar dirigida a generar las condiciones para que el total producido sea mayor, independientemente de cómo esa riqueza originariamente se distribuya entre los factores de la producción porque más tarde o más temprano, terminará desparramándose al conjunto de la población. Esta fórmula redistributiva, popularmente conocida como la “teoría del derrame”, encuentra un ejemplo paradigmático en los countries que evidencian cómo la riqueza de unos pocos terminaría beneficiando al resto a través de la generación de empleo y de un mayor aporte al Fisco. Pero al mismo tiempo, es una operación ideológica que termina legitimando la desigualdad económica y la concentración de la riqueza hasta el punto de mostrarla como la única alternativa de salvación para los más pobres. Un ejemplo paradigmático de esto, puede ser representado por lo que aconteció en una pobre y pequeña ciudad del interior de la provincia de Córdoba, La Calera. Como relata una nota periodística:
La Calera. Un gran contraste se aprecia en esta ciudad. Mientras casi la mitad de la población vive en condiciones de pobreza y más de mil personas carecen de títulos de posesión de sus inmuebles, otro importante sector desarrolla emprendimientos urbanísticos de alta categoría y comienza a rodear la ciudad con countries y barrios cerrados (La Voz del Interior, 23 de enero de 2007)
Lejos de condenar este profundo contraste, el relato periodístico no deja de concentrarse exclusivamente en las bondades del mismo, ya que la proliferación de estas urbanizaciones “está transformando a La Calera en una gran obra en construcción” (La Voz del Interior, 23 de enero de 2007) produciendo un espectacular aumento en la demanda de mano de obra y haciendo que en la ciudad “no haya disponibilidad de albañiles, instaladores de gas o de electricidad, empleadas domésticas, personal para mantenimiento de parques y prestadores de servicios” (La Voz del Interior, 23 de enero de 2007). La absorción de trabajado es de tal magnitud que, según cita la nota, un constructor local declara que “no podemos con todo y muchas veces rechazamos obras por falta de herramientas y personal”. Pero las bondades de este modo de desarrollo urbano, sustentado originariamente en una profunda desigualdad económica, parecen quedar condensada en la siguiente historia:
La historia de Juan y Roberto, expertos en la técnica del calado para la construcción de pircas y frentes de piedra, puede ser emblemática de esta realidad. Hace tres años no tenían trabajo, vivían en la indigencia y recibían bolsones de ayuda. Ahora no tienen días de descanso, cobran 50 pesos el metro cuadrado y construyen seis metros por jornada, en promedio. Además, están formando personal para atender todos los pedidos. (La Voz del Interior, 23 de enero de 2007)
Como puede observarse, se sostiene que se genera empleo informal, de baja calificación (“Los sectores más beneficiados por el auge de la construcción son: servicios de comida a domicilio, ferreterías, albañiles y personal de servicio doméstico”) y de precarias condiciones laborales (“no tienen días de descanso”) y se lo representa como puro beneficio ya que, como declara el propio intendente de La Calera “En pocos años, La Calera estará irreconocible por el nivel de aportes que realizarán estas nuevas familias, que repercutirá en más fuentes de trabajo y mejor nivel de vida de las familias que hoy dependen de la ayuda social” (La Voz del Interior, 23 de enero de 2007).
Tal es el entusiasmo del intendente por la llegada de estas inversiones que “…prometió entregar un obsequio a la primera familia que habite cada uno de los nuevos countries, además de apoyar una fiesta de presentación de los siete barrios en desarrollo” (La Voz del Interior, 23 de enero de 2007) Si eso declara un dirigente político de la jerarquía de un Intendente, entonces el siguiente modo temerario de plantear las bondades de la desigualdad económica parece cobrar legitimidad:
[…] A mí me encanta que haya gente que tenga mucho porque gracias a esa gente viven muchos también, porque si estuviésemos todo para abajo, abajo, no vive nadie. (testimonio citado por Svampa, 2008: 247)
Por lo tanto, en la medida en que si todos fuesen pobres no habría formar de escapar de la pobreza (“si estuviésemos todo para abajo, abajo, no vive nadie”) la única alternativa para el pobre de dejar de serlo es que haya ricos. Políticamente, esto se traduce en que el pobre debería promover la acumulación de riquezas porque allí está su posible salvación. Este modo de legitimar la desigualdad representa otro desplazamiento de la idea de justicia social neoliberal que, lejos de repudiarla, la presenta como un estímulo fundamental para el movimiento de la Historia de la Humanidad. Para el neoliberalismo, “la desigualdad es el eje dinámico de las sociedad, porque supone que una situación donde algunos pueden tener mucho más que otros ofrecería estímulos para que todos compitan por llegar a los sitios más elevados” (Morresi, 2008: 15). Por lo tanto, la promoción de cualquier idea de la igualdad que pretenda ir más allá de la igualdad formal, no solamente representa un esfuerzo estéril y ciertamente “antinatural” sino que además es una amenaza a la verdadera naturaleza humana egoísta y competitiva y, por tanto, puede erigirse como la negación del fundamento más básico del comportamiento humano. Hayek, al reconocer las limitaciones del mercado como regulador del orden social, plantea la necesidad de reglas que orienten su funcionamiento pero que no pueden ser creadas ad hoc por una entidad externa (como el Estado, por ejemplo) sino que deben respetarse aquellas normas surgidas de los usos, costumbres y tradiciones ya que su antigüedad garantiza su independencia de aquellas situaciones particulares que motivaron su emergencia. De esta manera, “Hayek suponía que las reglas del libre mercado son espontáneas y naturales, mientras que otros modelos son deliberadamente diseñados y por lo tanto antinaturales” (Morresi, 2008: 22).
En este trabajo se ha puesto en evidencia cómo son significados algunos vínculos con el afuera de la burbuja y cómo se hace presente allí, al mismo tiempo que adopta su especificidad, el discurso neoliberal a través de sus efectos sobre dichas fijaciones de sentido.
En un primer momento, se ha mostrado cómo el miedo a la alteridad no se acaba una vez recluido tras los muros del barrio privado, sino que éste sigue operando cada vez que sus privilegiados residentes deben traspasar las fronteras del country para dirigirse a la peligrosa ciudad abierta. En estas salidas temporales operan una serie de dispositivos de seguridad orientados a mantener la inmunidad respecto del otro, estimado como una amenaza, reforzando así el encapsulamiento característico de la vida country. Aquí, el automóvil, las autopistas, los centros comerciales y las escuelas privadas, entre otros, juegan un papel central. Pero el aislamiento es asimismo reforzado por desarrollistas, publicistas y arquitectos que destacan las bondades de una vida sin contacto con los de afuera; de hecho, una suerte de parámetro del nivel de exclusividad de los barrios cerrados en Argentina está definido por la cantidad de servicios que brindan a sus residentes, que se presentan como puro beneficio en la medida en que evitar traspasar las fronteras de la urbanización posibilita una mayor calidad de vida.
Sin embargo, las fronteras de la burbuja nunca garantizan un aislamiento completamente impermeable. Ejemplo de ello es la dependencia que genera el estilo de vida country respecto a la mano de obra poco calificada y relativamente pauperizada (trabajadoras domésticas, jardineros, pileteros, etc.), quienes tienen que atravesar necesariamente sus límites. Pero, en todo caso, la relación con los de afuera se valida toda vez que, por un lado, adquiere una forma ciertamente instrumental: el otro-pobre sirve para gozar de una vida buena; y, por el otro, siempre que sean los de adentro quienes se reserven la capacidad de decidir quiénes, cuándo y para qué entran. En este mismo sentido, los problemas en torno al personal encargado de la seguridad ocupan un lugar particular y ponen en evidencia con cierta nitidez la tensión entre una visión negativa de la alteridad extramuros y la creciente dependencia respecto del otro (relativamente empobrecido) que la vida country termina promoviendo por su estilo de vida altamente dependiente del personal de servicio.
En segundo lugar, se ha analizado otro mecanismo de legitimación relacionado con una problemática importante que signaba la Argentina de la segunda mitad de los noventa. En la medida en que son generadores de empleo, a través de la contratación directa de una importante cantidad de mano de obra (aunque poco calificada y precarizada), e incentivadores del nivel de consumo allí donde se instalan, debido a la elevada capacidad de consumo de sus residentes, los countries se legitiman en tanto promotores del desarrollo. En este punto se ha procurado mostrar cómo opera una precaria noción de desarrollo económico (trabajo y consumo, a cualquier precio), fijación que posibilita el rechazo a cualquier argumento en contra de este modo de ocupar el espacio urbano por parte de las clases pudientes (como la segregación espacial, por ejemplo). En este mismo sentido, estas urbanizaciones también se legitiman en tanto contribuyentes netos al fisco, toda vez que aportan recursos a los municipios donde se instalan, pero no utilizan los servicios públicos que éstos brindan a sus ciudadanos. Esta forma de legitimación se sostiene en una operación ideológica que tiende a reducir los fenómenos sociales a su aspecto económico. Desde este punto de vista, los countries son presentados como algo claramente positivo para el conjunto de la sociedad ya que generan empleo, mayor consumo y aportan más al Estado de lo que insumen (el cual, a su vez, es representado como una instituciones que recauda impuestos a cambio de brindar servicios y, por tanto, es homologable a cualquier empresa de mercado). Una implicancia fundamental de semejante reduccionismo, es la legitimación de las desigualdades económicas: la concentración de la riqueza no solamente dista de ser algo cuestionable sino que es presentado prácticamente como la misma condición para el desarrollo económico. Se asiste aquí a una repetición desplazada de lo que en la jerga económica neoliberal se conoce como la “teoría del derrame”.
Arizaga, Cecilia (2003). “Barrios cerrados y countries: microclima de consumo”. En Pensar los sectores medios: consumos culturales y estilos de vida urbanos en la Argentina de los noventa, Wortman, Ana (Comp.): 131-140. Buenos Aires: La Crujía.
___________ (2005). El mito de comunidad en la ciudad mundializada: estilos de vida y nuevas clases medias en urbanizaciones cerradas. Buenos Aires: Ediciones El cielo por asalto.
Castelo, Carla (2007). Vidas perfectas: los countries por dentro. Buenos Aires: Sudamericana.
Kessler, Sergio (2009). El sentimiento de inseguridad. Sociología del temor al delito. Buenos Aires: Siglo XXI.
Laclau, Ernesto (1990). Nuevas reflexiones sobre la revolución en nuestro tiempo. Buenos Aires: Nueva Visión.
Macpherson, C. B. (2005). La teoría política del individualismo posesivo: de Hobbes a Locke. Madrid: Trotta.
Morresi, Sergio (2008). La nueva derecha argentina. La democracia sin política. Buenos Aires: Biblioteca Nacional-UNGS.
Rojas, Patricia (2007). Mundo privado: historias de vida en countries, barrios y ciudades cerradas. Buenos Aires: Planeta.
Svampa, Maristella (2008). Los que ganaron: la vida en los countries y barrios privados. Buenos Aires: Biblos.
___
Andrés Daín
andresdain@gmail.com
Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Autónoma de Barcelona y Doctorando en Ciencia Política en el Centro de Estudios Avanzados de la UNC. Becario Doctoral de Conicet y Miembro del Programa de Investigación Estudios en Teoría Política (CIECS-Conicet, UNC).
[1] Imagen obtenida del sitio Web: http://www.valledelgolf.com.ar/2009/ubicacion.html
[2] Información obtenida del sitio Web: http://www.valledelgolf.com.ar/2009/full.html
[3] Según datos de la Federación de Countries y Clubes de Campo, “las 60 mil casas en clubes de campos y barrios privados generan un promedio de 2,5 puestos de trabajo cada una, entre servicio doméstico, jardineros, parquistas y pileteros” (Clarín, suplemento Countries, 14 de octubre de 2006.)
[4] Para el discurso neoliberal, la economía mundial viene asistiendo en los últimos años a profundos cambios, cuyo resultado fundamental es que el sector terciario de la economía está desplazando la centralidad del sector secundario, del mismo modo que décadas atrás este último sector relegó al sector primario. Es verdaderamente sintomático un artículo publicado en 1997 por Daniel Artana, donde sostenía esta tesis de que es errónea la creencia de que las PYMES son mayores generadas de puestos de trabajo basándose en distintos estudios elaborados por la neoliberal Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) (citado por Morresi, 2008: 67). En esta dirección, otro desplazamiento ideológico puede encontrarse en el modo de sostener lo injusto de que un sector de la economía, por más ventajas comparativas que pueda tener, financie el desarrollo de otro sector, por parte del Ministro Martínez de Hoz en su discurso de despedida como ministro de economía del 12 de marzo de 1981: “Mientras durante casi medio siglo, de 1930 a 1975, el sector agropecuario casi constantemente, con algunos periodos de excepción, había venido subsidiando a otros sectores como la industria y el consumo a través de una gran diversidad de medios […]. Todo ello llevó a un crecimiento inarmónico […] Nuestra decisión fue que si había un sector de la economía que necesitaba o requería para su crecimiento de un subsidio o de una protección, y esto era aceptado y decidido por la comunidad, era toda la comunidad entera la que debía pagar ese subsidio y no otro sector. […] Creemos que se ha eliminado esa gran distorsión en que en gran escala se confiaba en que el sector agropecuario pudiera proveer los recursos necesarios, a través de todos estos medios artificiales, para poder llevar adelante el desarrollo de los otros sectores.”
[5] Otro pasaje del discurso de Martínez de Hoz, del 12 de marzo de 1981, también tiene la misma estructura ideológica: “Todo esto […] ha requerido un importante esfuerzo para la aplicación de las nuevas condiciones y reglas del juego. Es decir que se pasaba de un sistema basado en disposiciones particulares, de protección sectorial o individual, dependiente de la distribución discrecional del Estado, a otro régimen de reglas generales y objetivas, que otorgan la igualdad de oportunidades, basada en el ejercicio de la libre iniciativa individual. Con ello se buscaba también eliminar las distorsiones artificiales de la economía que perjudicaban su crecimiento armónico y equilibrado, provocándose una modificación en el nivel relativo de los precios que ha sido necesario afrontar. También se alteró la relación existente entre el dilema tradicional entre la libertad y la seguridad, y hemos puesto un mayor acento en la libertad porque creemos en la libre iniciativa individual, la necesidad de su ejercicio responsable en consonancia con las exigencias del bien común, pero paralelamente, la asunción del riesgo empresario que antes se encontraba garantizado por el Estado”. Este pasaje indica que el resultado de la interacción entre sujetos en las mismas condiciones (“igualdad de oportunidades”, que se derivan de una regulación basada en “reglas generales y objetivas”, que trate a todos los individuos como formalmente “iguales”) será la plasmación de “la libre iniciativa individual”, lo que representa la simétrica contratara de “la distribución discrecional del Estado” que sólo puede generar “distorsiones artificiales”. En otras palabras, el orden natural de las cosas, único modo de lograr un “crecimiento armónico y equilibrado”, está representado por el mercado que, en tanto ámbito de expresión de la libertad individual, no puede arrojar un resultado más que justo en la medida en que cada uno actúa conforme a sus propios intereses y debe hacerse cargo “del riesgo” de sus propias decisiones. Así, cualquier intervención externa no puede hacer más que alterar artificialmente el curso natural de las cosas.